domingo, 29 de marzo de 2009

ECONOMÍAS SOMETIDAS Y EL SURGIMIENTO DE LA ECONOMÍA INTERNACIONAL

En la semana de clase de los días 25, 26 y 27, vimos las economías sometidas.

Aunque antes, dimos el concepto de “Zaibatsu”, que son grandes grupos industriales y financieros privados japoneses, que se pudieron consolidar gracias a las primeras indústrias modernas. Estas grandes corporaciones han dominado desde entonces la vida económica de Japón.

Se originaron primero cuatro grandes: Mitsubishi, Mitsui, Sumitomo y Yasuda. Y después de la guerra ruso-japonesa surgieron: Nissan, Okura, Furukawa, Nakajima. Contaban con una integración vertical y cadena piramidal de mando acabando en familia.


Una vez dicho esto, empezamos a ver la dominación económica del mundo no industrializado, es decir, las economías sometidas, las cuales son economías no europeas que se vieron afectadas por la industrialización. Ésta, provocó una globalización de la economia basada en la división internacional del trabajo dirigida por países industrializados y a favor de estos.

Otra característica de esta dominación y de estas economías sometidas fue que la colonización del mundo se hizo vía comercial, con el resultado de estados dominados formalmente independientes, que se conocían como “colonias informales”. Pero cuando el comercio se encontraba con obstáculos, se sumaba la vía militar, la cual cosa exigía la ocupación de territorios.

Finalmente se procedió a una rápida ocupación y transformación en colonias de las zonas más atrasadas de Ásia, África y Oceanía. Este dominio de los países industrializados sobre el resto del mundo se conoce como “imperialismo”.

La globalización económica contó con un crecimiento desequilibrado en las zonas sometidas, respecto a países imperialistas, y dentro de cada zona, entre clases sociales altas y bajas.


El primer caso es el de “Las Nuevas Europas” (colonias de población europea) en Canadá, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda: Se trata de colonias británicas con predominio de población metropolitana. Estos países disponían de grandes extensiones de territorio, y en algunos casos de importantes riquezas mineras. La mejora que obtuvieron en los transportes, favoreció la producción y la comercialización de bienes con fuerte demanda internacional. También contaban con una elevada productividad que generó una renta per capita elevada.

Su desarrollo económico estaba basado en la explotación y exportación de materias primas, que eran diferentes según el territorio: Canadá era un gran exportador de pieles y madera, y más tarde, de cereales, con lo que se inició en la exportación internacional y empezó un proceso de industrialización; Sudáfrica exportaba vino y lana, pero su crecimiento se basaba en su riqueza minera; Australia empezó a participar en la división internacional del trabajo gracias al oro y a la lana; y en cuanto a Nueva Zelanda, sus exportaciones dependían de minas de oro y de ganadería, con una mayor dedicación a la carne y lácteos.

Su ritmo de crecimiento también era diferente según la zona, pero en todas ellas fluctuaba por crisis financieras o caídas de la demanda internacional.


El segundo caso es la Índia, caso ejemplar de explotación colonial: La empresa privada británica “East Indian Company” tenía la concesión de la explotación de las posesiones británicas en la Índia.

Más tarde esta concesión pasó a ser de la Corona.

La Índia era el principal productor mundial de tejidos de algodón, se podría decir que las exportaciones índias doblaban las inglesas. Però esta situación cambió por culpa de unas medidas fiscales y aduaneras que hicireron que las exportaciones índias quedaran reducidas a una cuarta parte, mientras que las británicas se multiplicaran por seis. El resultado de esto fue miseria y atrasao para la Índia, país al que empujaron el subdesarrollo. Y hecho que es una de las raíces de la actual situación de la Índia.


A parte de esto, más tarde se hicieron importantes inversiones en ferrocarriles que mejoraron las comunicaciones y que provocaron la apertura del territorio al comercio internacional (aunque se les aumentó la carga impositiva).

También se crearon importantes regadíos dedicados a productos de exportación, mientras se dejaba de lado la producción de alimentos, insuficientes para la población creciente.

En 1869 se produjo la apertura al canal de Suez, que acortó la distancia entre Londres y la Índia, la cual cosa favoreció el intercambio comercial a favor de la metropoli.

Así que, al final del siglo XIX, la Índia resultaba vital para la economía británica, sobretodo por sus impuestos “Home Charges”, pagos exigidos a la Índia a cambio del “privilegio” de ser administrada por Gran Bretaña.

En definitiva, este país, a parte de acabar siendo el principal mercado del algodón inglés y uno de los principales del hierro y del acero, fue una fuente fundamental de impuestos para compensar el déficit mercantil británico.


Tercer caso, el de las economías dominadas, dos principales: la China y América Centro y Sur.

El Imperio turco, Persia, China y Japón se abrieron al comercio europeo a la fuerza mediante tratados comerciales desfavorables o indeseados, mayoritariamente bajo presión militar.

El caso más claro es el de la “Guerra del opio”, que significó la apertura forzada al comercio británico. Los ingleses obtuvieron la libre exportación de esta droga a China y la cesión de la isla de Hong-Kong. A partir de ahí, en China cada vez había más presencia militar extrangera, hasta el punto en que, después de la “rebelión de los boxers” casi desaparece China, ya que estaba repartida entre muchos países.

En cuanto a América central y del sur, muchos países de ahí formalmente independientes estaban intervenidos política y económicamente por una potencia exterior. Recibían el nombre de “colonias informales”. Sus economías no consiguieron un crecimiento autosostenido ya que el sector exportador no tenía peso suficiente y además los productos eran poco remunerativos.

Pero principalmente fue porque la producción dedicada a la exportación, o su comercialización estaban en manos de compañías extrangeras que se llevaban la parte más importante del negocio y solían repatriar los beneficios. Por otro lado, las inversiones o préstamos extrangeros representaban una carga financiera importante que obstaculizaba la modernización y el crecimiento.


Y por último, encontramos el reparto colonial del mundo: A partir de 1880 se produjo, por parte de los principales países industrializados, una inmensa ocupación de territorios de África, Ásia y Oceanía, hasta llegar al punto en que diez países controlaban la mayor parte del mundo.

El inicio de esta ocupación colonial fue la conferencia de Berlín de 1885, en la que se acordó que toda potencia establecida en una costa podría avanzar hacia el interior hasta topar con otra potencia colonial. El continente africano se disputó entre ingleses y franceses, Oceanía entre estos dos más estadounidenses y holandeses, y los japoneses se dedicaron a las costas norteasiáticas del Pacífico.

El dominio sobre estos territorios se llevó a cabo a través del poder de sujeción basado en la fuerza militar y en los avances médicos y tecnológicos.

Recibió el nombre de “imperialismo” colonial. Las causas de ello fueron factores económicos, políticos e ideológicos. Y gracias a ello, se produjeron descubrimientos de diamentes y oro, y se potenció la competencia creciente entre los países industrializados.

En definitiva se llegó a la conclusión de que el imperialismo fue un mecanismo para transferir rentas de la clase media, obligada a pagar impuestos para sostener la administración colonial, a la clase alta, la cual se beneficiaba del negocio colonial. Así que el mundo conquistado resultaba rentable para las élites económicas y políticas, y para las economías europeas permitía compensar su déficit.

Este reparto del mundo, también dió lugar a un choque de culturas, ya que la superioridad económica había estendido por los países europeos un sentimiento racista de superioridad que hacia que una parte importante de la sociedad defendiera la mundialización de las creencias y formas de organización europeas.



Esta misma semana también empezamos a ver el surgimiento de la economía internacional:

Vimos la evolución del comercio mundial, que contaba con altas tasas de crecimiento del comercio exterior y un comercio internacional con un ritmo de crecimiento que superó al crecimiento del PIB mundial. Y en cuanto a la distribución geográfica del comercio mundial, podemos decir que predominaba en Europa: el comercio intraeuropeo y el comercio con las Nuevas Europas tenía una gran importancia, mientras que entre países no europeos había escaso comercio.

Europa representaba una cuarta parte de la población mundial, pero un 70% de su comercio; y el caso más extremo era el de Gran Bretaña, que con un 2% de población acaparaba un 20% del comercio mundial. Aunque este predominio británico fue a la baja con la aparición de tres grandes competidores: Alemania en el ámbito europeo, Estados Unidos sobretodo en América y Japón en Ásia.

Las relaciones comerciales experimentaron un fuerte crecimiento a lo largo del siglo XIX, pero este crecimiento y la riqueza que genera son diferentes según productos, zonas y momentos. A pesar de que el comercio favorece a los diferentes participantes, unos se benefician más que otros. Y a raíz de esto, nacen las diferentes políticas gubernamentales: una basada en el aprovechamiento de los beneficios del libre comercio (librecambio), y otra basada en preservar la producción propia a costa de encarecer la entrada de productos extrangeros (proteccionismo).

En cuanto al librecambio, tuvo escasa duración, básicamente de 1860 a 1870. El gran momento del librecambio se inició con el “tratado de Cobden-Chevalier”, entre Francia y Gran Bretaña, aunque muchos países ya habían empezado a rebajar sus tarifas y las potencias industriales forzaron la apertura comercial del Imperio turco, China y Japón. La imposición de esta política comercial no fue fácil, antes de implantarla se tendrían que introducir impuestos susbstitutivos, como el impuesto sobre la renta en Gran Bretaña.

En la difusión del librecambio jugó un papel muy importante la “clausula de la nación más favorecida”, por la cual un país concedia a otro una rebaja automática de los aranceles pactados si un tercer país obtenía una tarifa más baja. A partir de 1866, los efectos de esta clausula afectaban a casi toda Europa. Como autores a favor del librecambio encontramos a A. Smith, D. Ricardo y Stuart Mill.


Y en la próxima semana continuaríamos con el proteccionismo.

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